miércoles, 10 de junio de 2015

SENTADO EN UNA PIEDRA

José Carlos Becerra
Ilustración Víctor Argüelles, tinta s/papel.

No estaba preparado para llorar; no estaba preparado para creer en mí,
para herrarme con el sello candente de la libertad,
para errar mi corazón en la Ciencia,
para tocarlo todo y dejarlo todo bajo la misma llovizna insistente,
yo también empapado por esa llovizna que cae sobre la ciudad.

Y por lo tanto
no estaba listo para los hombres, para tocarlos con mi palabra,
para que mi corazón los oliera sin náuseas, adivinando los estornudos
de su propio fantasma.

Debí sospecharlo al cruzar el espejo, debí sorprenderme,
al salir de mi imagen me vi ileso, no sentí vidrios rotos por ninguna parte;
eso fue lo que entonces creí,
y estaba equivocado, lo confieso, porque había vidrios rotos,
algunas astillas estaban hincadas en mí delicadamente,
pero no lo sentí porque en esos momentos yo era esas astillas,
esa frágil constancia de mí mismo, esa leve tortura de atravesar el espejo sin reconocernos,
sin hacer guiños, sin palabra sagrada,

Pero ahora, sin arrepentimiento, sin hablar de perdón, sin mueca obsesiva, sin sangre obsesiva;
yo señalo esta distancia, este desgarrón donde el sol de la tarde deja crecer pequeños gusanos de luz,
pequeñas colonias de un poniente en descomposición, de un alma pintada de cal
por el ocio de su incertidumbre.

Y acepto la evidencia de esta ciudad, de este reclamo de un amor
todavía no concedido a los hombres,
y veo en mi piel las razas nocturnas, floran en mi mirada sus primeros refuerzos,
me buscan en el temblor que alguna vez he sentido,
temblor de aproximaciones

No, no estaba preparado para convocar el asalto,
el mundo ha envejecido de súbito,
la noche ha sido preñada por el sol nuevamente,
las bestezuelas de mis mejores días han roto sus jaulas y han escapado,
tal vez han ido a morir al desierto,
las aguas donde estuvo escrito mi nombre se apartan lentamente, ondulando como si un tren
hubiera trepidado sobre los puentes.

He desaparecido de mi propia creación
y volveré a surgir el día que rompa los vidrios de mi muerte,
pero esta vez no será posible el accidente, la inocencia del gesto;
no, no será posible romper esos vidrios sin querer, como un niño jugando con una pelota,
sino de frente y con los puños.


De La hora y el sitio: antología poética / José Carlos Becerra, Gobierno de Estado de Tabasco, 2006, pp. 51-52. 

No hay comentarios: