miércoles, 1 de abril de 2015

Rosario Castellanos. Un poema...

Portada. Poesía no eres tú de Rosario Castellanos


ELEGÍAS DEL AMADO FANTASMA



PRIMERA ELEGÍA

I

Inclinada, en tu orilla, siento cómo te alejas.
Trémula como un sauce contemplo tu corriente
formada de cristales transparentes y fríos.
Huyen contigo todas las nítidas imágenes.
el hondo y alto cielo,
los astros imantados, la vehemencia
ingrávida del canto.

Con un afán inútil mis ramas se despliegan,
se tienden como brazos en el aire
y quieren prolongarse en bandadas de pájaros
para seguirte adonde va tu cauce.

Eres lo que se mueve, el ansia que camina
la luz desenvolviéndose, la luz que se desata.

Yo soy sólo la asfixia quieta de las raíces
hundidas en la tierra tenebrosa y compacta.


II

Allá está el mar que no reposa nunca.

Allá el barco y la vela infatigable,
los breves edificios de la espuma,
las olas retumbando y persiguiéndose.
Allá, en los arrecifes, las sirenas
con el cabello y la canción flotantes
en lúcidos pendones musicales.


III

Yo quedaré dormida como el árbol
al que no abrazan hiedras de amorosa frescura,
ni coronan los nidos
ni rasgan su corteza verdes retoños tiernos.
Y estaré ciega, ciega para siempre
frente al escombro de un espejo roto.

Si alguna vez me inclino como ahora
con un ademán trémulo de sauce
habrá de ser para asomarme en vano
al opaco arenal que abandonaste.



SEGUNDA ELEGÍA

I

Convaleciente de tu amor y débil
como el que ha aposentado largamente en sí mismo
agonías y fiebres,
salgo, purificada y tambaleante,
al reclamo de calles y de patios.
¡Qué algarabía de ruidos confusos y de olores
mezclados! ¡Qué agresivo
desorden de colores esparcidos!

Con los cinco sentidos sellados yo percibo
en mansedumbre el sol sobre mi espalda.

Las hormigas circulan a mis plantas.

Si alguien me sacudiera despertara
en un extraño mundo, frágil y húmedo,
como bañado en lágrimas.


II

No es en el costado la herida, ni en las sienes.
Las manos palparían sin hallarla
y el que escuche las quejas atiende señas falsas
y confía en palabras inexactas.
No es siquiera una herida. Es el cimiento
roído de gusanos, la escalera
incompleta y las aguas estancadas.


III

Arrullo mi dolor como una madre a su hijo
o me refugio en él como el hijo en su madre
alternativamente poseedora y poseída.
No supe aquella tarde
que cuando yo decía adiós y decías muerte.

Ahora ya no es posible saber nada.

Para dejar caer, rendida, en mi cabeza
busco una piedra lisa por almohada.
No pido más que un limbo de soledad y hastío
que albergue mi ternura derrotada.



TERCERA ELEGÍA

I

Como la cera blanda, consumida
por una llama pálida, mis días
se consumen ardiendo en tu recuerdo.
Apenas iluminas el túnel de silencio
y el espanto impreciso
hacia el que paso a paso voy entrando.

Algo vibra en mi ser que aún protesta
contra el alud de olvido
que arrastra en pos de sí todas las cosas.
¡Ah, si pudiera entonces crecer y levantarme,
alumbrar como una lámpara
alimentada de tu vivo aceite
en una hoguera poderosa y clara!

Pero ya nada alcanza a rescatarme
de la tristeza inerte que  me apaga.

Grandes espacios ciernen finas nieblas
entre tu rostro y los que ahí te borran.
Tu voz es casi un eco
y lejos resplandece tu mirada.


II

Como queriendo sorprender tu ausencia
desnuda, abro las puertas de improviso
y acecho las ventanas entornadas.

Encuentro las estancias desiertas y sombrías
donde el vacío congela sus perfiles
ciñéndose a la línea de tu cuerpo.

Es como una profunda y simple copa
para beber la integridad del llanto.


III

Tal ves no estés aquí dominando mis ojos,
dirigiendo mi sangre, trabajando en mis células,
galvanizando un pulso de tinieblas.

Tal vez no sea mi pecho la cripta que te guarda.

Pero yo sería si no fuera
este castillo en ruinas que ronda tu fantasma.



(Rosario Castellanos, Poesía no eres tú, Obra poética (1948-1971), México, FCE, 2012. pp. 40-44)

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